cuidar a un enfermo de alzheimer cansa, sobrecarga

Hasta el gorro de cuidar.

Hasta el gorro, la coronilla o como se quiera decir: Cuidar a un enfermo de Alzheimer es exigente y muy cansado para el que lo lleva a cabo.

Máxime cuando tiene poca gratificación y feed-back, y aún más duro y complejo, si de ser familiares hemos pasado a ser cuidadores.

¿Quién me mandaría a mí? A veces no queda otra opción, me respondo. Yo visitaba a mi madre y juntas lo pasábamos bien. Ahora he tenido que reorganizarme toda la vida para poder cuidarla y ya no me lo paso tan bien.

Porque cuidar es muy exigente. Ya no solo soy hija, también soy su cuidadora. Pero no me hace el caso que me gustaría, porque sigo siendo su hija y para ella, no soy su cuidadora.

Al principio mi madre podía vivir tranquilamente sola. Sus despistes eran llevaderos. Luego pasó a estar muy pasiva, nerviosa, a alimentarse mal. Hacía pereza por quedar con las amistades y ponía excusas para no verme a mí tan frecuentemente. Dejó de tener interés y motivación.

Aunque sigue viviendo en su casa y tiene una ayuda de una chica que va 3 días por las mañanas, paso yo todas las tardes… Todas. Cenamos juntas y hasta que no se acuesta no me voy. Tiene el botón de teleasistencia, que a veces usa para comprobar.

Así me convertí en «cuidador principal» casi sin darme cuenta. Y dicen de «nosotros»: los cuidadores principales son una población de riesgo en sí misma para desarrollar problemas de salud tanto física como mental, produciéndose en ellos lo que se conoce como sobrecarga.

Al final, yo misma empecé a desarrollar síntomas de problemas emocionales como depresión, ansiedad y estrés. Me costó reconocerlo, pero al final, no me quedó otro remedio. «Aunque no esté deprimida, porque no me sentía así, si que soy cuidadora de mi madre, además de madre, enferma de alzheimer»

En Aulas Kalevi, me informaron sobre el apoyo que lleva la URJC a los cuidadores, a través de los grupos CUID-Emos, y me apunté con la intención de prevenir y disminuir mi malestar general.

Me ayuda a trabajar la culpa, lo cansada que me siento y la impotencia. ¿por qué a mi? ¿por qué le ha tocado esta enfermedad a mi madre? ¿por qué tengo que cuidar yo?

Participar en el programa me ha ayudado mucho. Cuidar a un enfermo de alzheimer requiere cuidarse a sí mismo también. Percibo que no estoy tan sola al frente de mi nuevo rol de cuidador y en cuanto a la reducción de la depresión, finalmente admito que si, que no sabía que lo estaba, pero todo apuntaba a ello.

Por todo lo compartido hasta ahora, repito lo que me animó en su día a recibir terapia: es fundamental que los cuidadores principales de personas con demencia, lleven a cabo algún tipo de terapia psicológica para abordar la sintomatología emocional y así favorecer una mejor calidad de vida tanto para las personas con demencia como para sí mismos.

Ahí queda eso. Muchas gracias por escucharme.

Eulalia RT.

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